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TRAVESÍA EN EL PÁRAMO DEL SOL...El santuario antioqueño del agua.

  • sunrise-1
  • 28 dic 2020
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 4 ene 2021


Rodeados de un espeso bosque húmedo tropical en el reconocido Rio Melcocho, acompañados de risas y buenos amigos, el plan de aventurarse en el páramo del sol comenzó a tomar forma. El buen viajero conoce que toda aventura comienza desde el día en que sale la idea. Era el primer viaje desde que comenzó la pandemia y por esta razón nuestras energías estaban en un nivel inimaginable.


Llegamos al municipio de Urrao un jueves a la media noche, con el fin de comenzar la expedición al día siguiente a las 4 de la mañana, eran pocas horas para descansar, en realidad… MUY pocas horas para el desafío físico que se avecinaba, pero era lo que nos había preparado el destino y no hicimos más que aceptarlo. Y así fue, el viernes a las 4 de la mañana ya estábamos despiertos, con las botas puestas y listos para lo que se nos venía.


A eso de las 5 de la mañana cogimos una chiva (no el animal sino el vehículo de transporte usualmente utilizado en los pueblos colombianos) que se dirigía a la vereda El Chuscal; éramos las únicas personas que no vivían ni trabajaban por estas tierras y esto se notaba a simple vista, por esto recibíamos miradas algo compasivas de los campesinos, que sabían por nuestra vestimenta y equipaje nuestro destino.


Eran las 6 de la mañana y apenas había salido el sol, cuando empezamos a organizar nuestro equipaje, que entre otras cosas estaba excesivamente pesado (errores que uno comete en la vida) más que todo por la gran cantidad innecesaria de comida que llevábamos. Comenzamos el ascenso bajo una lluvia suave, pero de esas que mojan hasta mas no poder y luego de más de 3 largas horas caminando por diferentes potreros paramos a desayunar y a recargar energías, sin embargo, solo paramos 15 minutos, pues sabíamos que el trayecto que nos esperaba era largo y arduo.


Un poco más adelante y luego de pasar los pastizales debíamos escoger entre dos caminos para llegar al mismo punto, uno era atravesar la llamada reserva Pro-Aves por donde el camino es un poco mas amigable para el caminante y el otro es el conocido “catorce”, por donde suelen subir las mulas y se puede recortar tiempo a cambio de unas largas horas de una subida interminable. Escogimos sin pensarlo el camino fácil pero un poco más largo. No paraba de llover cuando nos adentramos en el bosque y al poco tiempo estábamos en la reserva “Pro-Aves, Colibrí del sol”, pudimos recargar agua de un pequeño riachuelo, pues el agua allí está en su estado más alto de pureza. Más adelante nos topamos con una pequeña cabaña para el guardabosques, pero por ser época de pandemia esta persona no se encontraba, sin embargo, pudimos apreciar la belleza y diversidad de colibrís que habitaban allí, pues habían unos cuantos bebederos donde se les pone su alimento (por lo general agua con azúcar). Allí Descansamos unos cuantos minutos y seguimos nuestro camino.


Cuando ya había parado de llover y luego de unas cuantas subiendo por un hermoso bosque andino llegamos al páramo, donde ya se pueden apreciar los imponentes y misteriosos frailejones. En todas mis aventuras, el lugar donde el ecosistema cambia de bosque a páramo es un lugar muy especial, rodeado de una belleza mística, todos acertamos en comparar este lugar con Narnia (la película).


Es un sentimiento reconfortante cuando uno llega al páramo, se siente una energía diferente y el hecho de mirar un ecosistema tan diferente recarga las energías. En este punto, sentados en el suelo húmedo, rodeados de frailejones y acogidos por el canto de las aves, almorzamos. Luego continuamos nuestro camino en el páramo, entre mucho pantano y charcos fuimos llegando a eso de las 4 de la tarde a nuestro lugar de destino del primer día, la cueva del oso, el cual no es más que un lugar apto para el camping al lado de una enorme roca que protege un poco del viento y la lluvia, no tiene nada que ver con ningún oso, así que no hay nada que temer. Teníamos encima 10 duras horas de camino y más de 12 km recorridos ese día y no hicimos mas que descansar un poco, cocinar algo y dormir bajo una de las noches mas estrelladas que he visto, incluso se podía ver la vía láctea.


Al día siguiente nos esperaban cerca de 6 km hacia nuestra meta, el alto de Campanas, el punto más alto de Antioquia, con 4080 msnm. Esta caminata, aunque era menos de la mitad del camino que se anduvo el día anterior, también era difícil, esto por la altura, pues íbamos desde los 3200 a los 4080 msnm y la falta de oxígeno siempre pega duro en el camino.


Sin duda alguna este fue el camino que más me llenó de admiración y asombro, un día despejado y las energías recargadas ayudaron a que la caminata al alto sea inolvidable; los paisajes que se pueden ver mientras caminas por el borde de las montañas acompañado de fuertes vientos hace que uno se sienta como en otra realidad.


Para nuestra sorpresa, solo nos demoramos 3 horas en llegar y cuando lo hicimos nos quedamos perplejos ante la majestuosidad de la laguna que se puede ver desde el alto. Las lagunas siempre me han parecido un poco misteriosas y místicas, y la gran mayoría de ellas tiene su historia sobrenatural. Un poco más adelante se encuentra lo que se conoce como “Campo Santo”, que es el lugar donde en el año 93 se estrelló un avión dejando 132 personas muertas (para más información véase: https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-130961), entonces ya se podrán imaginar las historias que hay con respecto a esta laguna…


Al caer el día, nos esperaba el espectáculo natural más asombroso del viaje, el atardecer, Un colchón de nubes que cubre todo el paisaje y da la sensación de querer acostarse allí. al estar literalmente por encima de las nubes el día fue un poco más largo y pudimos apreciar el atardecer hasta casi las 7 de la noche.


Este día fue llegando a su fin mientras cantábamos a gritos en una cómoda piedra con un viento completamente helado pero que estando un poco pegados unos a otros logramos disimularlo. Había caído un aguacero torrencial esa noche y fui el único del grupo que me levanté a ver el amanecer. Fui testigo de otro espectáculo, la neblina cubría todo el lugar y no se podía ver bien, pero luego los vientos lograron despegar el paisaje y pude ver el cielo totalmente naranja como si fuera una obra de arte.


Nos alistamos y nos preparamos para el descenso de más de 13 km. Y así culminó esta aventura en el santuario antioqueño del agua, donde nos dimos cuenta una vez más de las maravillas que nos ofrece la naturaleza y la importancia de cuidar el ecosistema, en especial los páramos, que son la fuente más importante de agua.





 
 
 

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